El Escuadrón 731 de Shiro Ishii
- Damian Terratrun
- 13 mar 2021
- 15 Min. de lectura
Distrito de Pingfang, Harbin, China, Agosto de 1945. Justo antes de los bombardeos nucleares de Hiroshima y Nagasaki. La Segunda Guerra Mundial ya está casi finalizada a favor de los Aliados. En el continente asiático, al Imperio del Sol Naciente solo le queda bajar el telón de la manera más digna posible.
La retirada nipona exigía barrer del mapa toda huella de las casi desconocidas instalaciones del conocido por el Ejército Imperial Japonés como el Laboratorio de Investigación y Prevención Epidémica del Ministerio Político Kempeitai.
Oculto bajo la forma de una planta purificadora de agua a lo largo de 6 Km2, fue formado con la intención de contrarrestar la influencia político-ideológica de los enemigos y reforzar el sistema de unidad militar. Más, este laboratorio bajo el mando del militar Shiro Ishii se convertiría en el responsable de algunos de los más horribles y conspicuos crímenes de guerra cometidos por militares nipones en la época moderna.
El centro tiene el infame récord de haber realizado, durante los años de la Segunda Guerra Sino-japonesa entre 1937 y 1945, terribles experimentos con miles de desdichados prisioneros.
Esta es la historia de un grupo de científicos japoneses que experimentó con prisioneros de todo el mundo, rusos, coreanos, europeos, americanos e incluso chinos desfilaron por esta unidad en la Segunda Guerra Mundial: el Escuadrón 731 de Shiro Ishii.
Bienvenido a Agnósticos.
Sigue tu razón tan lejos como te lleve.
Todo país, toda potencia, tiene su historia sangrienta. En la Segunda Guerra Mundial no solo los nazis protagonizaron crímenes atroces. Incluso, tampoco únicamente los perdedores, los ejércitos del Eje. Todos quedaron con las manos manchadas de sangre inocente.
En este caso, nos enfocaremos en los crímenes del Japón, del imperio del sol. En especial los del llamado Escuadrón 731, o Unidad 731. Una unidad encargada de un programa científico donde llegaron a experimentar la vivisección con humanos. Así fue el proyecto Maruta.
El Ejército Imperial Japonés fue el ejército de tierra del Imperio de Japón desde 1867 hasta 1945. De ahí salió el germen bajo el que se conoció el Escuadrón 731 con la idea de llevar a cabo un programa encubierto de investigación y desarrollo de armas biológicas… y muchas de estas pruebas fueron con humanos. La historia guarda un triste recuerdo de las mismas, catalogadas muchas de las mismas como crueles crímenes de guerra.
Al terminar la Primera Guerra Mundial (en 1918), los médicos militares japoneses comenzaron a estudiar diferentes productos químicos y biológicos usados en los combates europeos (gas mostaza, etc.). El Comandante Terunobu Hasebe fue asignado para controlar los resultados obtenidos por un equipo de 40 científicos dirigidos por el doctor Ito. Pronto las observaciones del grupo demostraron que los productos se trataban de verdaderas armas, capaces de producir bajas masivas en las filas de los ejércitos enemigos.
En nombre de la ciencia cometieron los experimentos más atroces. Comenzó con la llamada Guerra sino-japonesa, o chino-japonesa, entre ambas naciones asiáticas. El Japón era una potencia militarista que buscaba expandir su territorio estableciendo gobiernos títeres en los países vecinos.
China fue uno de los objetivos militares de los japoneses, y en 1937 invadió el norte, conquistando Manchuria. Los chinos lucharon, curiosamente, con el apoyo de la Unión Soviética y los Estados Unidos. Pero no lograron frenar a la maquinaria bélica nipona, equivalente a la potente Alemania nazi de la época.
Dos etapas marcaron el desarrollo de esto macabros experimentos. La inicial hacia finales de la década de los años 30 en el marco de la Segunda guerra sino-japonesa y la posterior en la Segunda Guerra Mundial.
El programa de armas biológicas de Japón nació en la década de 1930, en parte porque a los funcionarios japoneses les impresionó que la guerra bacteriológica hubiera sido prohibida por el Protocolo de Ginebra de 1925. Si era tan terrible que tenía que ser prohibida por el derecho internacional, razonaron los oficiales, debe ser una gran arma.
En al menos cinco ocasiones durante los dos primeros años, las fuerzas armadas japonesas intentaron emplear la guerra bacteriológica en China. Han tratado de producir epidemias de peste en China Libre esparciendo materiales infectados por la peste con aviones.
Estas cinco ocasiones son: 4 de octubre de 1940, cuando un avión japonés arrojó bacterias de la peste en Chuhsien en la provincia de Chechiang, lo que provocó la muerte de 21 personas. El 29 del mismo mes, un avión japonés propagó la bacteria de la peste en Ningpo, Chechiang, lo que provocó la muerte de 99 personas. El 28 de noviembre del mismo año, aviones japoneses arrojaron una gran cantidad de gérmenes en Chinhua, pero no se reportaron muertes. En enero de 1941, Japón propagó gérmenes de peste en las provincias de Suiyuan y Ninghsia y nuevamente en Shansi que causaron graves brotes epidémicos de peste en estas áreas. Cuando también murieron demasiados soldados japoneses, se suspendieron los ataques.
En cualquier caso este programa encubierto recibía oficialmente el nombre de Laboratorio de Investigación y Prevención Epidémica del Ministerio Kempeitai. La realidad es que en esencia se había formado una rama muy parecida en la forma a la SS de la Alemania nazi. Un escuadrón donde se promovía la supremacía racial y cabía de todo: infiltración en tropas enemigas, sabotaje político, contraespionaje e investigaciones y experimentos sin ética alguna.
Para probar los efectos de la guerra bacteriológica, Japón creó el Escuadrón 731. Al frente se encontraba el temible teniente general Shiro Ishii, de 45 años. Quien estuvo al mando de toda la unidad, y hay quienes lo llaman el "Mengele" japonés por la serie de atroces experimentos que cometió, que incluso llegaron a superar a los cometidos por su tristemente célebre colega nazi Josef Mengele.
Al final de agosto del año 1932, Ishii llevó un grupo de 10 científicos de la Universidad Médica del Ejército hacer una gira de Manchuria y regresó con la decisión para asentar definitivamente su centro de investigaciones en un lugar cerca del rió Peiyin (20 kilómetros sur de Harbin). El centro se inauguró a finales de 1932 bajo el nombre de Unidad de Kamo (Unidad de Togo). Ishii fue promovido a coronel y recibió un presupuesto de 200.000 yenes para su proyecto
Es posible que su comparación con el "ángel de la muerte" del Tercer Reich pueda quedarse corta ya que aunque sus aliados alemanes llevaron a cabo experimentos inhumanos, los científicos japoneses no se quedaron atrás. El horror en su bando tiene nombre propio: Shirō Ishii.
Además de la guerra bacteriológica, también se realizaron estudios sobre el daño humano causado por quemaduras, congelación, alta presión y balas. Antiguos miembros de la unidad dicen:
"Después de infectarlo, los investigadores decidieron abrirlo para ver qué le hace la enfermedad al interior de un hombre. Lo abrí desde el pecho hasta el estómago y gritó terriblemente y su rostro estaba completamente retorcido de agonía. Hizo este sonido inimaginable , estaba gritando tan horriblemente. Todo esto fue en un día de trabajo para los cirujanos, pero realmente me dejó una impresión porque era mi primera vez ".
Para abordar mucho más este tema, nos adentraremos en la historia de nuestro general japonés, Nacido el 25 de junio de 1892, Ishii se graduó en la Universidad de Kioto en 1920 y se enroló en el ejército siendo destinado al Hospital del Primer Ejército y Escuela Médica Militar de Tokio. En 1924 volvió a la Universidad de Kioto donde, gracias a una beca obtenida por su servicios, empezó a cursar estudios de posgrado. Tras doctorarse, en 1927 viajó por Europa y Estados Unidos como agregado militar con la finalidad de obtener todos los conocimientos posibles sobre el uso de armas químicas y bacteriológicas que se llevó a cabo durante la Primera Guerra Mundial.
A su regreso a Japón, Ishii se dedicó a promover entre sus superiores la necesidad de la investigación y fabricación de armas biológicas. Creía firmemente que la guerra moderna sólo se podía ganar mediante la ciencia y su capacidad para producir armas de destrucción masiva. Paradójicamente, Ishii tendría años más tarde la prueba definitiva sobre la "efectividad" de este tipo de armas con los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki.
Finalmente, un hecho fortuito fue decisivo para que sus teorías fueran escuchadas. A su regreso de Europa, se desató una epidemia de meningitis en la región de Shikoku, e Ishii diseñó un filtro especial para el agua que ayudó de un modo decisivo a frenar la expansión de la epidemia. El éxito fue tan abrumador que su talento como epidemiólogo empezó a ser muy tenido en cuenta, sobre todo por el ejército, al cual se dirigió para que sus teorías acerca del armamento biológico fueran al fin escuchadas.
Hasta este punto de la historia tenemos a un general obsesionado con el armamento biológico pero aun no hacía relativamente nada malo para la humanidad, no es hasta este capítulo en su historia que me gustaría llamar. La presentación del Doctor Muerte.
Tras la invasión de Manchuria por parte de Japón, el 18 de septiembre de 1931, Ishii fue destinado al remoto distrito de Pingfang, al noreste de la ciudad china de Harbin, donde fue puesto al mando de la denominada "Unidad Antiepidémica de Suministro de Agua 731", que en realidad era un equipo encargado de investigar sobre la viabilidad de la guerra biológica.
Durante varios años, Ishii y su equipo trabajaron en ensayos que combinaban los microbios causantes de algunas de las enfermedades más terribles que habían asolado a la humanidad: la peste bubónica, el cólera, la fiebre tifoidea, la tuberculosis, la sífilis, la gonorrea, la disentería y la viruela. Para sus "experimentos" utilizaron como conejillos de indias a hombres, mujeres, niños, bebés, ancianos y prisioneros rusos y chinos a los que despectivamente apodaron maruta (troncos). Las víctimas eran engañadas diciéndoles que se les estaba inyectando una vacuna cuando en realidad lo que les inyectaban eran unos patógenos mortales.
Existen imágenes incluso de como el personal de la Unidad 731 lleva a cabo la supuesta "prevención de plagas". Que en realidad, era un ensayo con armas biológicas .
Al finalizar aquellos "experimentos", y habiéndose quedado cortos los ensayos con la microbiología, Ishii decidió ir un paso más allá. El proyecto Maruta tuvo lugar entre los dos períodos del Escuadrón 731, una campo de “investigación” de carácter médico donde se utilizaron a humanos para llevar a cabo los experimentos. Los sujetos, la mayoría civiles, eran escogidos de entre las poblaciones en los alrededores, mayoritariamente niños, mujeres embarazadas y ancianos.
Para ello se propuso explorar los límites de la resistencia humana y sometió a sus "pacientes" a la amputación de brazos y piernas sin anestesia. También se dedicó a congelar y descongelar miembros para arrancarlos posteriormente. Asimismo, Ishii y su equipo sometieron a los sujetos de estudio a dosis letales de rayos X, los quemaron con lanzallamas, fueron expuestos a gases, los deshidrataron hasta la muerte y les inyectaron sangre de animales, entre otras torturas indescriptibles.
Las razones para llevar a cabo tal atrocidad tenían los siguientes objetivos de estudio:
Vivisección a prisioneros con diversas enfermedades. Estos tipos llevaban a cabo cirugía invasiva eliminando órganos para el estudio de los efectos de la enfermedad en el cuerpo humano.
Vivisección a mujeres embarazadas, muchas por los mismos doctores. Los fetos eran extraidos.
Amputación de extremidades en prisioneros para estudiar la pérdida de sangre. En algunos casos las extremidades se volvían a unir del lado contrario del cuerpo. En otras las extremidades se congelaban y se descongelaban para examinar los efectos de la gangrena.
Por último se llevaron a cabo extracciones quirúrgicas de estómago, cerebro o hígado.
Aparte de experimentar con seres humanos, Ishii también lo hizo con animales, sobre todo con gatos. Para este experimento hizo pasar hambre a cien ratas que luego soltó en una habitación donde había encerrado a un gato bien alimentado. La conclusión de aquel ensayo era demostrar que un animal "inferior" es capaz de acabar con uno superior cuando se "trabaja" en equipo.
Entre los experimentos más inverosímiles del Escuadrón 731 está la recolocación de partes del cuerpo en lugares distintos a los que les corresponden. Por ejemplo, en un caso extirparon un estómago y unieron directamente el esófago al intestino.
Para que los cirujanos japoneses se adiestraran en la extracción de balas, disparaban directamente a los prisioneros. Para ver el efecto de la metralla los ataban a postes fijos y hacían estallar granadas a diferentes distancias.
La experimentación humana no tuvo lugar solo en la Unidad 731, ni fue una unidad deshonesta que actuaba por sí sola. El príncipe Mikasa, miembro de la familia imperial japonesa recorrió la sede de la Unidad 731 en China y escribió en sus memorias que se le mostraron películas que mostraban cómo los prisioneros chinos eran "obligados a marchar por las llanuras de Manchuria para realizar experimentos con gases venenosos en humanos". El primer ministro Tojo entregó personalmente un premio a Ishii por su contribución al desarrollo de armas biológicas.
El ejército japonés realizó regularmente pruebas de campo para ver si la guerra biológica funcionaría fuera del laboratorio. Los aviones arrojaron pulgas infectadas por la peste sobre Ningbo en el este de China y sobre Changde en el centro-norte de China y más tarde se informaron brotes de peste.
Las tropas japonesas también arrojaron cultivos de cólera y tifoidea en pozos y estanques, pero los resultados a menudo fueron contraproducentes. En 1942, los especialistas en guerra bacteriológica distribuyeron disentería, cólera y tifoidea en la provincia de Zhejiang en China. pero los propios soldados japoneses enfermaron y 1.700 murieron a causa de las enfermedades. Se estima que 440.000 chinos murieron a causa de esta guerra bacteriológica.
Las propuestas incluían el uso de estas armas contra Estados Unidos. Propusieron usar bombas de globo para llevar enfermedades a Estados Unidos y tenían un plan en el verano de 1945 para usar pilotos kamikazes para arrojar pulgas infectadas con la peste en San Diego.
El 5 de mayo de 1945, un bombardero estadounidense B-29 fue derribado sobre el sur de Japón. Ocho aviadores estadounidenses prisioneros estuvieron disponibles para experimentos médicos en la Universidad Imperial de Kyushu. Los ocho fueron disecados órgano por órgano mientras aún estaban vivos.
Algunos generales japoneses propusieron cargar los globos con armas de guerra biológica, para crear epidemias de peste o ántrax en Estados Unidos. Otras unidades del ejército querían enviar el virus de la peste del ganado para acabar con la industria ganadera estadounidense o el carbón de cereales para acabar con los cultivos.
La enorme distancia que separaba a Japón de Estados Unidos parecía su protección más segura, pero los japoneses habían ideado un sistema increíblemente sencillo y barato de alcanzar el continente enemigo: varios sumergibles nipones ya habían lanzado globos con cargas incendiarias sobre las costas de Estados Unidos y Canadá. Los aliados los consideraban como un arma ridícula que no obtenía ningún resultado, sólo producía pequeños incendios.
Aquellos incendios eran observados desde los sumergibles anotándose el éxito o el fracaso de alcanzar la costa, de tal modo que Ishii y sus hombres pudieran calcular la cantidad de globos que se debían lanzar con armas biológicas para que, pese a los fallos, su resultado fuera letal, así es como 9.000 globos transportaron cada uno cuatro bombas incendiarias y una bomba antipersonal a través del Pacífico en la corriente en chorro para crear incendios forestales y terror desde Oregón hasta Michigan.
A medida que se acercaba el final de la guerra en 1945, la Unidad 731 se embarcó en su plan más salvaje; Con nombre en código Cherry Blossoms at Night, el plan era utilizar pilotos kamikazes para infestar California con la plaga.
Toshimi Mizobuchi, quien era instructor de nuevos reclutas en la Unidad 731, dijo que la idea era utilizar 20 de los 500 nuevos soldados que llegaron a Harbin en julio de 1945. Un submarino llevaría a algunos de ellos a los mares del sur de California. y luego iban a volar en un avión que llevaban a bordo del submarino y contaminar San Diego con pulgas infectadas por la peste. La fecha prevista sería el 22 de septiembre de 1945. Como sucedió, la flota de portaaviones submarinos que se reunió fue asignada para lanzar torpedos en las esclusas del canal de Panamá, pero eso se cambió para atacar a la flota estadounidense en Ulith al igual que la guerra terminó.
¿INCAPACES?
En un principio, los estadounidenses no se tomaron demasiado en serio el programa de armamento biológico japonés. La supuesta superioridad norteamericana respecto a los científicos del País del Sol Naciente se revela en unos informes de la época en los que se afirma que:
"Los japoneses serían incapaces de desarrollar armas biológicas sin la ayuda de científicos blancos".
Pero una vez iniciada la Segunda Guerra Mundial, muchos soldados estadounidenses, británicos y australianos serían víctimas de los métodos empleados por la Unidad 731.
Durante la campaña del Pacífico, fueron capturados algunos médicos nipones que habían pasado por la terrible Unidad 731. En ese momento, los norteamericanos no solamente descubrieron que el programa de armamento biológico japonés se encontraba mucho más avanzado de lo que habían sospechado, sino que al ser interrogados dieron a conocer el nombre de Shiro Ishii. Pero las atrocidades y los crímenes cometidos en los campos de la Unidad 731 no fueron castigados de la misma manera que lo serían posteriormente los cometidos por los nazis.
El general Douglas MacArthur, supremo comandante de los aliados en Japón durante la II Guerra Mundial. creyó que los Estados Unidos podían aprovecharse de los descubrimientos realizados por Ishii.
Los globos (denominados “Fugo”) resultaron un peligro real e inesperado. Sólo una semana después de que Japón se rindiera, el coronel Sanders se encontraba entre el primer grupo de americanos que aterrizó en Japón. Su misión era localizar la máquina de guerra biológica japonesa y al propio Ishii lo más pronto posible.
En los siguientes tres meses, Sanders interrogó a muchos miembros militares y científicos de Unidad 731 (entre ellos a Yoshijiro Umezu -Jefe del Personal del Ejército de Kuantung-), al Comandante en Jefe del Ejército (el diputado coronel Tomosa Masuda), al especialista Junichi Kaneko, pero no al propio Ishii, que siempre se le escapaba de las manos.
Tras la rendición de Japón en 1945, las autoridades, que habían alabado y premiado el trabajo llevado a cabo por Ishii, derribaron el campo de exterminio y procuraron borrar cualquier huella de las atrocidades cometidas tras sus muros.
Pero, como si de una venganza final se tratara, antes de marchar, los responsables del campo ejecutaron a los últimos prisioneros que quedaban y soltaron ratas y pulgas infectadas. los animales infectados por la peste fueron liberados y provocaron brotes de la peste en el área de Harbin. Aquella terrible acción provocó que durante los siguientes años desde 1946 a 1948 murieran al menos 30.000 personas.
En septiembre de 1945, Sanders descubrió que la Unidad 731 estaba envuelta en horrorosos experimentos con humanos. Informó al general MacArthur de las increíbles torturas y suplicios por los que habían pasado, no sólo los presos chinos, sino los propios americanos, el general contestó:
"Necesitamos más evidencias. Simplemente no podemos actuar sin más. Siga yendo. Haga más preguntas. Y quédese callado sobre todo esto".
Sanders estuvo sólo diez semanas en Japón pues comenzó a sentirse enfermo. Se trataba de una tuberculosis que tardó en curar dos años.
En el otoño de 1945, MacArthur accedió a otorgar inmunidad a los miembros de la Unidad 731 a cambio de datos de investigación sobre guerra biológica.
"El valor para los Estados Unidos de los datos de armas biológicas japonesas es de tal importancia para la seguridad nacional que supera con creces el valor acumulado del enjuiciamiento de los crímenes de guerra".
La información sobre armas biológicas obtenida de fuentes japonesas debe conservarse en los canales de inteligencia "ultrasecretos" y no utilizarse como prueba de crímenes de guerra ni caer en manos soviéticas. El Departamento de Estado no estuvo de acuerdo durante un período de dos años y el tema simplemente desapareció.
Les dije que esta historia me había fascinado y es que este caso no termina con el laboratorio, no, aún falta más y es que convencido de que sería juzgado por los norteamericanos por crímenes de guerra, Ishii fingió su propia muerte y huyó, siendo finalmente detenido en 1946. Finalizada la Segunda Guerra Mundial. El interrogatorio de Ishii duró desde 17 de enero al 25 de febrero de 1946.
Ishii cambió sus conocimientos no sólo por su indulto y el de sus hombres, sino también por que fuera borrado por completo su historial y pudiera llevar una vida normal. Ishii, tras su estancia en Estados Unidos, volvió a Japón recibiendo los máximos honores.
De esta manera, Ishii, que murió en Murió en 1959 de un cáncer en la garganta a los 67 años de edad tras haber sido gobernador de Tokio, presidente de la Asociación Médica y del Comité Olímpico de Japón en la posguerra, nunca pagó por las atrocidades cometidas, incluso en los juicios de Tokio se alegó que no había pruebas suficientes para acusarlo, y la opinión pública mundial nunca conoció los hechos cometidos en los campos hasta que la década de 1980, cuando la historia apareció en los medios de comunicación.
El coronel Thompson terminó suicidándose y el general MacArthur se manifestó en contra de aquella actuación de su gobierno y fue retirado de la misión por petición propia. Experimentos con seres humanos similares a los realizados por el grupo de Ishii, se habrían condenado como crímenes de guerra por el Tribunal Militar Internacional en el juicio contra los criminales de guerra nazis, comenzado en Nüremberg (30 de septiembre de 1946), sin embargo, el gobierno de Estados Unidos perdonó a los científicos japoneses a cambio de sus secretos en la guerra bacteriológica amparándose en la excusa de que se aproximaba un posible enfrentamiento con la Unión Soviética.
Treinta personas fueron llevadas a juicio por un Tribunal de Crímenes de Guerra Aliados en Yokohama, Japón, el 11 de marzo de 1948. Los cargos incluían vivisección y remoción indebida de partes del cuerpo; 23 fueron declarados culpables de diversos cargos. Cinco de los culpables fueron condenados a muerte. No se ejecutó ninguna de las condenas a muerte. En 1958, todos los condenados eran libres. La Unión Soviética también celebró juicios. Allí se cumplieron las sentencias.
Sheldon Harris, historiador de la Universidad del Estado de California, ha calculado que las víctimas de Ishii pudieron rondar las 200.000. Pero, ¿cuánta gente murió a causa de las epidemias que posteriormente provocó? Algunas fuentes elevan la cifra hasta 580.000, y las víctimas de las torturas del Escuadrón 731 pudieron llegar a 12.000.
El Tribunal Militar Internacional para el Lejano Oriente juzgó a criminales de guerra japoneses de alto nivel. El equipo de acusación estaba integrado por jueces de once naciones aliadas: Australia, Canadá, China, Francia, Gran Bretaña, India, Países Bajos, Nueva Zelanda, Filipinas, Unión Soviética y Estados Unidos de América. El juicio de Tokio duró dos años y medio, desde mayo de 1946 hasta noviembre de 1948. Los principales cargos fueron hacer una guerra de agresión y permitir atrocidades contra prisioneros de guerra y civiles.
Las guerras mundiales fueron los conflictos bélicos que involucraron a casi la totalidad de las grandes potencias internacionales de ese momento, muchas de ellas pertenecientes a distintos continentes. Fueron las guerras más cruentas, destructivas y dañinas que ha vivido la humanidad.
Más de 2 millones de personas murieron en estos enfrentamientos y me hes imposible imaginarme el dolor de tantas naciones al mismo tiempo, en la guerra no existen buenos ni malos, es cuestión de perspectivas como en la vida misma, pero ¿Es acaso esto necesario, es acaso vida, o virtuoso para su país?
Ciertamente generales y jefes militares como Shiro Ishii se han repetido más de una vez pero siempre será pragmático para mí leer a fondo las historias detrás de sanguinarios seres humanos, su caso ha inspirado películas, libros e historias de ficción, y seguramente más de un podcast como este, al final del día es pasado, e irreversible, pero siempre da que pensar, ustedes ¿Con qué reflexión se quedan?
La guerra siempre trae consigo charcos de sangre y este es tan solo uno de tantos capítulos a lo largo de la humanidad, espero que les estén gustando los casos y si lo desean claro que pueden sugerir algunos para los próximos capítulos su palabra es muy importante para mí y estoy pendiente de ello, recuerden suscribirse en el canal de Youtube y seguirnos en nuestras redes sociales como @agnosticos_ si les gusta esto que hago.
Sigue tu razón tan lejos como te lleve
Mi nombre es Damian Medina y esto fue Agnósticos. Episodio 5.
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